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miércoles, 24 de enero de 2007

Presentación Andrea Jeftanovic

Patricio Pron: Sobre la posibilidad y la imposibilidad de hacer cortes en la nieve.
Antología en movimiento, Diciembre 2010

Hace más de un año y medio que conozco a Patricio Pron, y hace un par de meses, desde que supe que venía a Chile, se ha convertido en mi objeto de estudio. He transitado de un lado a otro, de lo afectivo a lo literario y de lo social a lo crítico con hallazgos interesantes; he implementando mi wikileaks literario saltando por blogs, libros, revistas digitales, entrevistas, críticas y foros para presentar hoy un boceto de este destacado invitado.
La primera vez que lo conocí fue en Madrid. Me había sumado a una cita organizada por Juan y Giovanna, mis compañeros de residencia en Alcalá, y viajábamos en un tren de la red de cercanías para pasar un domingo juntos. En el viaje mis compañeros se enfrascaron en una fútil discusión, si el apellido de Patricio era Pron o Porn, mientras yo miraba el paisaje de la meseta castellana y hacía la conexión entre el autor y el cuento Exploradores del abismo, que había leído hace un tiempo atrás en la revista digital piedepágina. Sí, él era el autor de ese perturbador relato de un chico joven que hacía buenas migas con una pareja en una playa alemana, historia que desde el inicio se enrarecía y tensionaba por la mención de una cicatriz. Urraca, la chica, tenía una cicatriz que le recorría “todo el costado, desde la cintura hasta la axila”. Una cicatriz extensa es como un revólver en una novela negra: está ahí para detonarse en la última página.
Al mismo tiempo resultaba gratificante constatar que a veces la literatura circula antes que las personas, o bien confirmar que la literatura circula mucho más que las personas. Ese domingo a mediodía éramos seis reunidos en la Plaza Tirso de Molina, listos para recorrer el mercado El Rastro en Lavapiés y buscar chaquetas de cuero, carteras marroquíes, libros viejos; creo que llovió y nos refugiamos en un aséptico sex shop. Yo observaba con ojos espías si Pron o su novia tenían una cicatriz que les cruzara el torso. Al momento de almorzar, Pron sacó una caja plástica con doce compartimentos y explicó el contenido de cada uno. Su relato constituía una impecable pieza narrativa, y no hizo más que adelantar su cuidado lenguaje, la consistencia de sus ideas, y dejaba al descubierto, inadvertidamente, esa cicatriz que andaba buscando. No creo que él recuerde esta anécdota pero yo registré con precisión ese momento, y reconocí algunas teclas de su poética: detalles, obsesiones incisivas, taxonomías, fragilidades.
Pero vamos a la faceta “objeto de estudio”. Debo decir que Patricio Pron es un narrador argentino, nacido en Rosario, que vivió, estudió y enseñó en Alemania, que tienen nacionalidad italiana y ahora vive en Madrid junto a su pareja venezolana-chilena, Giselle Walker. No nombro a su pareja para demostrar cuán amigos somos, sino porque ella también es una persona muy valiosa en el mundo de las letras, y a quien invito a conocer. Sospecho que esos desplazamientos junto con dar experiencia vitales, un buen curriculum, el manejo de más idiomas y el conocimiento de otras tradiciones, también implican desarraigos, razones para partir, razones para no regresar, soledades, crisis, y, por supuesto, cicatrices. La literatura de Pron está hecha de cortes con el país de origen, con tradiciones literarias, con los géneros y, supongo, con la propia biografía.
Pron es un autor prolífico y precoz, autor de casi una decena de libros titulados de los modos más diversos y originales. Preste atención y afine su oído: en cuento está Hombres infames (1999), El vuelo magnífico de la noche (2001, El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010), y por venir Trayéndolo todo de regreso a casa. Relatos 1990-2010.; y, en novela, se encuentra Formas de morir (1998), Nadadores muertos (2001), Una puta mierda (2007), El comienzo de la primavera (2008), y el próximo año publicará El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (ya contratada en España, Inglaterra y Alemania). Saque las cuentas, tiene treinta y cinco años y ya lleva veinte escribiendo. Mientras investigo, me sorprende con el hecho que también ha cultivado la literatura infantil con seis libros a su haber. Y este perfil quedaría incompleto si no agregara, además, que ha sido merecedor de varios reconocimientos, entre ellos el Premio Juan Rulfo, Premio Jaén de Novela, Premio Fundación Lara y, recientemente, ha sido considerado por la revista Granta como uno de los veintidós escritores más promisorios en lengua castellana menores de treinta y cinco años. Hasta acá podríamos decir que es suficiente, pero Pron es un autor que pedalea, que no se duerme en los laureles y que destaca en cada artículo, en cada texto, en cada entrevista por la rigurosidad de sus argumentos, por su incomodidad con el estado de las cosas.
También es un irónico cronista, un lúcido crítico literario y un avezado traductor. Es el caso de la polémica crónica de la gira por España, Una gira supuestamente divertida con escritores argentinos que nunca volveré a hacer, que le hizo ganar fama de niño terrible y donde de un modo sarcástico y descarnado presenta la angustia que existe entre todo autor y el capital, entre la creación, el prestigio y el dinero. También destaco la crónica-entrevista realizada a la autora rumana, y Premio Nobel, Herta Müller cuando estuvo de visita en Madrid, titulada Algo así como 267 minutos en la compañía de una mujer incómoda, este textos está salpicada de humor inteligente, observaciones agudas a ella y a e los periodistas presentes en la rueda de prensa. A modo de ejemplo, rescato el minuto 120: “no he respondido a su pregunta; sólo he fingido que lo hacía”, y después sobre la supuesta necesidad de dejar de lado los odios vinculados al pasado (a lo que la autora se niega, destacando que “las heridas también son vínculos” y que esos vínculos no pueden ser cortados). Como traductor acaba de finalizar el trabajo de un libro titulado Historia cultural de la vulva, sí un recorrido sociológico e histórico sobre las significaciones el órgano genital femenino. Y definitivamente, Pron será Porn cuando leamos su cuento La cosecha que será incluido en una antología de relatos pornográficos a cargo de Salvador Luis y problematiza la industria de la pornografía en la era del sida.
En el campo del ensayo, su tesis realizada durante un doctorado en la Universidad de Gotinga, Aquí me río de las modas: Procedimientos transgresivos en la narrativa de Copi y su importancia para la constitución de una nueva poética en la literatura argentina, siembra la semilla de su propia búsqueda: el deseo de torcer las convenciones narrativas y de ensayar heterogéneos registros como un mecanismo de ventriloquia, de constante experimentación. Rehúye la voz uniforme para imponer una plasticidad que le permite usar formatos versátiles, recursos novedosos como si cada libro o cada historia fuese escrita por un nuevo autor. En El comienzo de la primavera, Martínez, el protagonista y narrador, se dedica a investigar sobre la gran pregunta de la nación alemana (Mann): cómo se vive y reconstruye el espíritu cuando se ha sido responsable directo o indirecto del horror. O bien, cuando se lee la colección de relatos uno podría imaginar ocho o nueve autores diferentes, a modo de antología: un cuento a lo Hamelin, otro de una mujer que disfruta fotografiando niñas que orinan en los parques, un joven periodista que va a entrevistar a Juan José Saer en París pero que a cambio recibe de éste un gran bofetada, una pareja que viaja separada pero a los mismos lugares dejando al azar las posibilidades de encuentro, un diccionario biográfico del expresionismo y más. Pron hace incisiones en el gran tapiz del cuento latinoamericano y universal, realiza hendiduras en los decálogos del buen cuentista de Quiroga, en la punta de iceberg de Hemingway, en los finales knock out de Cortázar, en la tensión realismo-fantástico, en la erudición apócrifa de Borges. Y, claro, dialoga con rebeldía de Bolaño, con la inestabilidad de los géneros de Sebald, con la contención emocional de Handke, por nombrar a algunos. Su mente amoblada por innumerables lecturas y teorías le hace rasgar la tela sin inocencia y, con mordaz ironía.
Pese a esta incesante experimentación, hay algo que une sus dos últimos libros y es el hecho de trazar Alemania como un territorio literario, como un paisaje en el que se practica un ejercicio crítico que va desde la revisión de su pasado histórico, la necesidad de manipular la verdad; como él dice: “la identidad germana a través del siglo XX es una parábola de las construcciones identitarias de otros países que han vivido períodos dictatoriales”. Es decir, como si en el friso alemán Pron hubiese podido comprender su propia barbarie, no solo la que tiene que ver con la represión en Argentina, sino también la necesaria y propia de todo autor e individuo; de alguna forma lo escenifica su sensación allá: “tenía la nariz rota y ningún lugar donde ir”. En esta etapa el autor también se sitúa en un estado meteorológico: la nieve. La nieve funciona como un mural sobre el que se dibuja la extrañeza en el propio país o en el ajeno, el deseo de desaparecer, la falacia de borrar el origen y ser otro, de participar en juegos de encuentros y pérdidas. También, la nieve como una hoja en blanco en la que se explora el lenguaje hasta crear un idioma personal que registre todos esos traslados, esas traducciones, esa mixtura de tradiciones.
Sin embargo, leo en entrevistas que no todo ha sido escribir y escribir, que hubo un momento de quiebre y dejó el oficio para embarcarse en un viaje lejano del que aún no regresa. Personalmente confío en un autor en permanente tránsito, que se dedica a la literatura cien por ciento, que está alerta a preguntas, que sabe disentir, que dice incomodidades, que le responde a un lector con la misma dedicación que a un periodista de renombre, que escribe por problemas de memoria como si fuese un anti Funes no –memorioso y la literatura no fuera más que ese gesto desesperado de conservar una bitácora personal de lo que realmente sucedió, que dice atesorar fracasos que lo envalentonan, que rastrea cicatrices y escribe con cortes accidentales o bien con marcas generadas en complejas intervenciones porque, como dijo Müller, las heridas son vínculos. En sus textos Pron nos propone roturas, sus huellas, simulacros de heridas que no se quedan a nivel de la epidermis de sus personajes sino que penetran cuerpos sociales, imaginarios colectivos. Cortes, muescas, rajaduras, tajos que estallan en el silencio saturado de la nieve.

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