Los jueves de 2011 en la casa-museo La Chascona (Fernando Márquez de la Plata 192, Bellavista, Santiago).

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miércoles, 8 de abril de 2009

Héctor Hernández Montecinos (Santiago, Chile, 1979)


Héctor Hernández Montecinos (Santiago, Chile, 1979). Licenciado en Literatura. Doctor © en Filosofía mención Teoría del Arte. Sus libros de poesía editados entre el 2001 y el 2003 aparecen reunidos en [guión] (LOM: Stgo, 2008) y [coma] (2ª ed. LOM: Stgo, 2009) comprende su trabajo poético del 2004 al 2006. Además han aparecido los siguientes libros antológicos de su extensa obra: Putamadre (Zignos: Lima, 2005), Ay de mí (Ripio: Stgo, 2006), La poesía chilena soy yo (Mandrágora cartonera: Cochabamba, 2007), Segunda mano (Zignos: Lima, 2007), A 1000 (Lustra editores: Lima, 2008), Livro Universal (Demonio negro, Sao Paulo, 2008, traducido al portugués), Poemas para muchachos en llamas (RdlPS: Ciudad de México, 2008), La Escalera (Yerba Mala cartonera: La Paz, 2008), El secreto de esta estrella (Felicita cartonera: Asunción, 2008), La interpretación de mis sueños (Moda y Pueblo: Stgo, 2008) y NGC 224 (Literal: Ciudad de México, 2009). Ha sido invitado por su obra poética a Alemania, Argentina, Brasil, Cuba, Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Perú. Desde el 2008 reside en México donde da talleres, conferencias y es editor del sello “Santa Muerte cartonera”.


(Poema inédito de: Debajo de la lengua)


Complejo del exceso.

Mi cuerpo se inclina al escribir
con tantas palabras en el inconsciente.

Hola lengua; hola
mano. Yo veo
su descomposición
en las letras de mi nombre.
Más allá de esos escombros yacen
unos borrachos en calzoncillos
con el deseo de ser dioses
cuando el espíritu es del tamaño
de esta habitación.

Tuve huellas y líneas del destino
en mi espalda
-secreciones, carroña-
y gotas de luz en mi boca.
Un hombre me preguntó
por el veneno verbal
y examinaba el movimiento de mi corazón
como tocado por un ángel de la guerra.
Yo me dejaba lamer. Era mi lugar.
No me resistía
porque esa es la vocación
cuando uno es un muchacho
arruinando el paisaje.

Yo, como él,
muchas veces soñé estar hecho de ceniza,
parado junto a la carretera
pidiendo un aventón
como si fuera un trocito de Dios,
pero el día es cruel
aunque depende su duración
de la forma en que el fuego convierte el hielo
en una noche que no puede cerrar sus ojos.

Amanecerá y estaré muerto
por el festín o la circunstancia
confundiendo palabras y volando en círculos
alrededor de la R, una patria distinta,
después de matar a mis padres.
Escribir es profanar. El cuerpo
es mi única posesión
y todo lo que aquí puedo tocar
resulta ajeno,
pues lo propio y la palabra propio
se han extraviado
en el bosque de la representación.