Yevgeny Yevtushenko (Zima, Siberia, Rusia, 1933). Es uno de los poetas más conocidos internacionalmente. Varias veces nominado al Premio Nobel de Literatura. Sus antepasados fueron enviados al exilio después de una redada contra los campesinos a fines del siglo XIX. En 1949 publicó su primer poema y su primer libro en 1952. El fue un pionero en leer en las plazas rusas y en los estadios ante multitudes. Dio a su vez una voz a toda una generación que deseaba expresarse libremente. Aquella que permaneció por años bajo la represión de Stalin. A los 22 años fue famoso en Rusia como poeta del amor. Pero muy pronto, y antes de la presencia de Solzhenitsyn, Sakharov y otros disidentes rusos en el ambiente político, su poesía llegó a ser la única y solitaria voz contra el estalinismo.
Pero a su vez Yevtushenko recibió el fuego cruzado de los escritores estalinistas y algunos otros que envidiaron irritados lo que no tenía precedentes en Rusia: gigantescas lecturas públicas. Su amor por la audiencia continúa hasta ahora. Ha llenado dos veces el Teatro del Kremlin con 6.500 personas. Igualmente ha leído en muchas partes del mundo ante miles de personas. El mismo ha dicho: “Yo soy un escritor para esos que no lo son”. Pero la generación de Yevtushenko no pudo cambiar Rusia como ellos soñaban pero sí ayudó a descongelar un poco el hielo de esa época. Durante el régimen de Stalin, el resto del mundo permanecía cerrado para todos los rusos. Un año antes del discurso de Khrushchev contra Stalin, Yevtushenko articuló sus frustraciones con esos versos: “Fronteras aparecen en mi camino/ Es una vergüenza/ para mi no conocer Buenos Aires ni Nueva York,/Quiero caminar hacia Londres,/y conversar con todos… “ (de “Prólogo,”, 1955). Rápidamente Yevtushenko cruzó esas“fronteras”. El ha viajado a más de 94 países y su obra ha sido traducida a 72 lenguas. El abrió el camino a esos otros a quienes le habían “robado el mundo” y ahora millones de turistas rusos visitan todos los rincones del planeta. En 1960 fue el primer ruso en romper la Cortina de Hierro y comenzó a recitar su poesía en el Oeste siendo aclamado en Europa, Norte y Sur de America, y África. Fue amigo de Pablo Neruda, Max Ernst, Henry Moore, Federico Fellini, T.S. Elliot, William Golding, John Steinbeck, Pablo Picasso y Gabriel García Márquez.
En 1961 Yevtushenko publicó su poema Babi Yar, un poema de protesta contra el anti-semitismo. Hoy día, ese poema está grabado en piedra en el Museo a la Memoria del Holocausto en la ciudad de Washington, EE.UU. Ese poema fue la inspiración para la famosa Sinfonía número 13 del compositor ruso Dimitri Shostakovich. Junto con ser poeta, Yevtushenko ha sido también director de cine. Ha escrito y dirigido dos películas: Kindergarten (1982) y Los funerales de Stalin (1990), esta última con Vanesaa Redgrave y Claus Maria Brandauer. También escribió el guión para la película rusa-cubana Soy Cuba (1964). Una de las novelas de Yevtushenko, No te mueras antes que estés muerto (1995) está basada en el fallido golpe de estado de 1991 en Rusia. Su primera novela, Fresas salvajes (1984) es una evocación poética de los campesinos rusos de la región rural de su nativa Siberia.
Actualmente Yevtushenko divide su tiempo entre Rusia y los Estados Unidos. El y su familia residen en Tulsa, Oklahoma donde enseña cine ruso y europeo así como literatura rusa en la Universidad de Tulsa. Como él dice: “Yo no enseño literatura sino enseño a tener conciencia a través de la literatura”. Hace muchos años él escribió: “nacer en todos los lugares es por supuesto imposible, pero renacer en cualquier parte depende de nosotros mismos.” Dentro de varias distintiones que ha recibido Yevtushenko en varias partes del mundo, en el año 2006 el presidente de Chile, Ricardo Lagos, le concedió la Medalla “Bernardo O´Higgins” que se otorga a grandes personalidades extranjeras.
Pero a su vez Yevtushenko recibió el fuego cruzado de los escritores estalinistas y algunos otros que envidiaron irritados lo que no tenía precedentes en Rusia: gigantescas lecturas públicas. Su amor por la audiencia continúa hasta ahora. Ha llenado dos veces el Teatro del Kremlin con 6.500 personas. Igualmente ha leído en muchas partes del mundo ante miles de personas. El mismo ha dicho: “Yo soy un escritor para esos que no lo son”. Pero la generación de Yevtushenko no pudo cambiar Rusia como ellos soñaban pero sí ayudó a descongelar un poco el hielo de esa época. Durante el régimen de Stalin, el resto del mundo permanecía cerrado para todos los rusos. Un año antes del discurso de Khrushchev contra Stalin, Yevtushenko articuló sus frustraciones con esos versos: “Fronteras aparecen en mi camino/ Es una vergüenza/ para mi no conocer Buenos Aires ni Nueva York,/Quiero caminar hacia Londres,/y conversar con todos… “ (de “Prólogo,”, 1955). Rápidamente Yevtushenko cruzó esas“fronteras”. El ha viajado a más de 94 países y su obra ha sido traducida a 72 lenguas. El abrió el camino a esos otros a quienes le habían “robado el mundo” y ahora millones de turistas rusos visitan todos los rincones del planeta. En 1960 fue el primer ruso en romper la Cortina de Hierro y comenzó a recitar su poesía en el Oeste siendo aclamado en Europa, Norte y Sur de America, y África. Fue amigo de Pablo Neruda, Max Ernst, Henry Moore, Federico Fellini, T.S. Elliot, William Golding, John Steinbeck, Pablo Picasso y Gabriel García Márquez.
En 1961 Yevtushenko publicó su poema Babi Yar, un poema de protesta contra el anti-semitismo. Hoy día, ese poema está grabado en piedra en el Museo a la Memoria del Holocausto en la ciudad de Washington, EE.UU. Ese poema fue la inspiración para la famosa Sinfonía número 13 del compositor ruso Dimitri Shostakovich. Junto con ser poeta, Yevtushenko ha sido también director de cine. Ha escrito y dirigido dos películas: Kindergarten (1982) y Los funerales de Stalin (1990), esta última con Vanesaa Redgrave y Claus Maria Brandauer. También escribió el guión para la película rusa-cubana Soy Cuba (1964). Una de las novelas de Yevtushenko, No te mueras antes que estés muerto (1995) está basada en el fallido golpe de estado de 1991 en Rusia. Su primera novela, Fresas salvajes (1984) es una evocación poética de los campesinos rusos de la región rural de su nativa Siberia.
Actualmente Yevtushenko divide su tiempo entre Rusia y los Estados Unidos. El y su familia residen en Tulsa, Oklahoma donde enseña cine ruso y europeo así como literatura rusa en la Universidad de Tulsa. Como él dice: “Yo no enseño literatura sino enseño a tener conciencia a través de la literatura”. Hace muchos años él escribió: “nacer en todos los lugares es por supuesto imposible, pero renacer en cualquier parte depende de nosotros mismos.” Dentro de varias distintiones que ha recibido Yevtushenko en varias partes del mundo, en el año 2006 el presidente de Chile, Ricardo Lagos, le concedió la Medalla “Bernardo O´Higgins” que se otorga a grandes personalidades extranjeras.
(Introduccion preparada y traducida por Javier Campos
al libro Caminando sobre el tejado, derechos reservados,
se prohibe su reproduccion en cualquier otro medio
sin permiso de Antologia en Movimiento)
En el amargo paraíso para las viudas,
en un pueblo de Siberia después de la Guerra,
nosotros, adolescentes, bailábamos con mujeres campesinas
que olían a pasto fresco y a fresas silvestres.
Y una de ellas, verde grosella, cuidadora de panal de abejas,
que olía a miel, a caballos y a pinos, me silbó y me dijo:
"¿A ver si eres hombre, precioso? Atrévete...
Pon tu mano bajo mi blusa...¿Verdad que está caliente?
Es mi estufa privada"
Un oso desaliñado hacia sonar su cadena en el patio.
Entré a la vieja y destartalada cabaña.
La mujer dijo: "Si me comparo contigo yo soy muy vieja.
¿Qué edad tienes? ¿Unos 16 más o menos?
Tragué aire bastante asustado,
de mis labios salió algo así como una explosión
de plumas de una almohada:
"Sí, ya hace un tiempo atrás... en enero..."
y escuchando mi ingenua mentira,
el reflejo de una espumante bebida de miel
se reía en burbujas doradas en la rustica mesa
que estaba encima de una carreta de lona para los caballos.
Mis dientes rechinaban contentos
en la punta afilada del cucharón de fierro,
lleno de agua helada con pedazos de hielo
mientras yo te esperaba
recostado en una piel de oveja
que cubría una barata frazada de algodón.
Tú me dijiste: "Da vuelta la cabeza",
pero yo sólo fingí hacerlo.
Perdí el aliento volando a un paraíso celestial
lleno de trompetas y gordos querubines.
Tú trataste de darme miedo con un pesado palo de amasar:
"¡Cierra tus desvergonzados ojos!" y te lanzaste sobre mi
como un ángel tierno de los bosques silvestres de Siberia,
sobre tu desamparada camisa color caqui,
tu sostén negro de duelo,
sobre unas botas de soldado.
Me desnudaste con unas manos hambrientas de amor,
yo estaba ruborizado y lleno de vergüenza,
pero me ayudaste a no quedar mal
y entré en ti como en la eternidad.
Tú te habías olvidado cómo abrazar a un hombre.
Tu esposo, un soldado, lo habían matado hace cinco años.
Mientras me abrazabas cerraste los ojos,
quizás tratando de acordarte de él.
Tu frente estaba marcada con picaduras de abejas.
Cuando finalmente supiste que yo sólo tenía 15 años,
te arrodillaste ante una descolorida imagen de Cristo
y rompiste a llorar: "No hay perdón para mi".
Sin duda que Cristo te perdonó,
porque tú, que casi me amaste,
llevando aún tu anillo oxidado
que tenía un rústico pedazo de cristal,
dejaste para siempre tus rasguños sobre mi piel.
Con toda la sinceridad de tu cuerpo desolado por mucho tiempo,
con todo el dolor dentro de tus pechos intocados
que creías casi muertos,
lo único que tú deseabas creer
es que yo nunca dejaría de amarte en todas mis mujeres.
al libro Caminando sobre el tejado, derechos reservados,
se prohibe su reproduccion en cualquier otro medio
sin permiso de Antologia en Movimiento)
Mi primera mujer
(traduccion de Javier Campos)
En el amargo paraíso para las viudas,
en un pueblo de Siberia después de la Guerra,
nosotros, adolescentes, bailábamos con mujeres campesinas
que olían a pasto fresco y a fresas silvestres.
Y una de ellas, verde grosella, cuidadora de panal de abejas,
que olía a miel, a caballos y a pinos, me silbó y me dijo:
"¿A ver si eres hombre, precioso? Atrévete...
Pon tu mano bajo mi blusa...¿Verdad que está caliente?
Es mi estufa privada"
Un oso desaliñado hacia sonar su cadena en el patio.
Entré a la vieja y destartalada cabaña.
La mujer dijo: "Si me comparo contigo yo soy muy vieja.
¿Qué edad tienes? ¿Unos 16 más o menos?
Tragué aire bastante asustado,
de mis labios salió algo así como una explosión
de plumas de una almohada:
"Sí, ya hace un tiempo atrás... en enero..."
y escuchando mi ingenua mentira,
el reflejo de una espumante bebida de miel
se reía en burbujas doradas en la rustica mesa
que estaba encima de una carreta de lona para los caballos.
Mis dientes rechinaban contentos
en la punta afilada del cucharón de fierro,
lleno de agua helada con pedazos de hielo
mientras yo te esperaba
recostado en una piel de oveja
que cubría una barata frazada de algodón.
Tú me dijiste: "Da vuelta la cabeza",
pero yo sólo fingí hacerlo.
Perdí el aliento volando a un paraíso celestial
lleno de trompetas y gordos querubines.
Tú trataste de darme miedo con un pesado palo de amasar:
"¡Cierra tus desvergonzados ojos!" y te lanzaste sobre mi
como un ángel tierno de los bosques silvestres de Siberia,
sobre tu desamparada camisa color caqui,
tu sostén negro de duelo,
sobre unas botas de soldado.
Me desnudaste con unas manos hambrientas de amor,
yo estaba ruborizado y lleno de vergüenza,
pero me ayudaste a no quedar mal
y entré en ti como en la eternidad.
Tú te habías olvidado cómo abrazar a un hombre.
Tu esposo, un soldado, lo habían matado hace cinco años.
Mientras me abrazabas cerraste los ojos,
quizás tratando de acordarte de él.
Tu frente estaba marcada con picaduras de abejas.
Cuando finalmente supiste que yo sólo tenía 15 años,
te arrodillaste ante una descolorida imagen de Cristo
y rompiste a llorar: "No hay perdón para mi".
Sin duda que Cristo te perdonó,
porque tú, que casi me amaste,
llevando aún tu anillo oxidado
que tenía un rústico pedazo de cristal,
dejaste para siempre tus rasguños sobre mi piel.
Con toda la sinceridad de tu cuerpo desolado por mucho tiempo,
con todo el dolor dentro de tus pechos intocados
que creías casi muertos,
lo único que tú deseabas creer
es que yo nunca dejaría de amarte en todas mis mujeres.