Más adentro
más adentro tus deditos oye, más adentro tus adentros,
ponme en la punta el borde de tu vértigo
o en alguna conclusión bifurca per cápita
que anide hundida en algún segmento del rebalse encéfalo
o se genere a destellos de sinapsis
u otros artificios como el cielo en la noche.
Una conclusión tuya y mía identificándose a gritos
por entre los fantasmas que son el pensamiento
algo como por ejemplo: eres el abismo de tu abismo.
Si me permites
puedo sumergirme en tu tajo abierto y jardín de lavanda
hasta el claustro de tu cerebro, bracear tus oscuridades.
Si me permites
puedo introducir objetos que fluctúen tus entrañas
hasta la raíz misma del pensamiento:
a ver, qué es esto? / y esto?/ y esto?
podrás decir que estoy en tu cabeza
concluir que tu nombre es mi nombre o Vladimir
según disponga la voluntad de mi trazo
el hedor el miasma el rictus el estertor
de mi escritura que sortea las palabras que siempre orbitan
o emanan del cadáver de algo
de unos labios que se acercan como caracoles avanzando a dentelladas
o unas boas empapadas en parafina,
tranquilidad o infierno
que devienen del pipazo fúnebre
como carnaval de pueblo,
por ejemplo.
Tú verás, no me interesa,
alguna vez algunos quisieron asaltar el cielo
y hallaron el cráneo de Dios vacío,
qué tragedia.
Ni de cabeza ni de palabra
se hace cargo uno de las nuevas formas,
en lo pensado y en lo dicho hay un dejo de lastre deletéreo
de autómatas releyendo en las noches
las caras cifradas por el pánico,
las luces que atajamos dilatados y nos metemos al bolsillo;
un dejo de lastre deletéreo
de autómatas releyendo el obituario de todas las risas alegres
que nos han llenado de miedo.
Hoy trato de pensar
que mis muertos no son mis muertos, todavía.
Te haré ver
lo mil veces visto
me ofrezco
ruleta rusa reloj de alarma
primera visión del día.
Te ofrezco la evidencia absoluta la herida extensa
que deja figurado cada paso mío al acecho de los tuyos
en la primavera el cadalso
los plátanos orientales de Salvador con Irarrázabal
una noche bajo mis ojos
que denota no más que el cansancio de alucinarnos
aunque la gente descifre en las ojeras un indicio de quizá que cosa
y no estén del todo errados,
yo los veré cómodamente
caber de lo más bien horizontales bajo la tierra
en una tétrica simetría de tetris
con ojeras y todo, alucinado, mitológico y hermoso
(créalo o no)
contemplando a la belleza amotinarse en todos los basureros
riéndome de puro gusto
y sin embargo.